miércoles, 8 de septiembre de 2010

48 HORAS - segunda parte

Ya era Lunes. Tampoco habia podido dormir toda la noche anterior. Ese día me recostaría en un quirófano para enfrentar una cirujía de la que 13 de 14 médicos me marcaron como inapropiada por los riesgos que implicaba.
Meses antes, justo despues de tomar la decisión de hacerlo, había enviado un correo personal y muy intimo a muy pocas personas, a quienes les expliqué porque habia tomado esa decisión. Aqui está parte de aquel correo. Perdon por lo escondido.

Y había llegado el día.
Sali de mi casa con el sol, para toparme con aquella sonrisa que me esperaba detras de aquel volante. Era Betty. Mujer que hacía tiempo habia quedado en el pasado, y que el presente me traia nuevamente.
Caminé hacia ese automovil sonriendole, y agradeciendole en silencio que estuviere ahi para mi.
Apenas llegué a centro quirurjico, me dieron el aviso: "usted será el primero. El doctor fué muy específico en eso". Debí desnudarme y prepararme mentalmente en pocos minutos. Cuando conducían mi camilla, solo habian dos personas que me sonreian: Betty, y mi padre. De nuevo agradecí en silencio su compañia. Les sonreí. Las enfermeras me alejaron de ellos.
Cuando desperté seguía desnudo y yacía en una "sala de recuperación" en la que debia "terminar de salir de la anestecia". Estuve ahí más de dos horas hasta que me condujeron a aquella habitación privada en donde descansaría hasta ser "dado de alta".
Solo Betty me esperaba. Nunca se fué. Todo ese día lo pasó ahi, y por la noche durmió sentada junto a mi camilla; yo, en silencio, seguia agradeciendole. Mi padre había ido a comprarme algunas prendas que yo debí haber traido, pero por lo estresado había olvidado en casa.
Tomé de nuevo mi nextel, y guardé memorias de ese instante. Betty me ayudó con un par de ellas.

Me miro sonriendo y me dijo: "sabia que le ganarias".
Se vino después una avalancha de amigos, algunos con flores, o cartas, o jugos de fruta; pero cada uno de ellos con una sonrisa. Me arroparon con cariño. Debí desatenderlos algunas veces, para recibir las tantas llamadas que acompañaron ese día.
A las 11:00 PM se fueron los últimos. Solo Betty se rehuso a irse. ¡Como me ayudo esa noche! Necesité de ella cada media hora. Siempre me atendió con una sonrisa. Yo seguía sonriendole... y agradeciendole en silencio.